Se multiplica el número de bases militares estadounidenses.
por Ignacio Ramonet*
Poco a poco y silenciosamente, como una tela de araña tejida en la noche, un impresionante cerco militar amenaza a Venezuela y, a mediano plazo, al conjunto de los gobiernos progresistas de América Latina. Hugo Chávez rearma su ejército con aviones rusos Sukhoi.
La llegada al poder en Venezuela del presidente Hugo Chávez, el 2 de febrero de 1999, coincidió con un acontecimiento militar traumático para Estados Unidos: la clausura de su principal instalación militar en la región, la base Howard, situada en Panamá, cerrada en noviembre de 1999 en virtud de los Tratados Torrijos-Carter (1977).
Las tropas acantonadas en Howard fueron reconcentradas en Puerto Rico. Pero un masivo movimiento local de protesta obligó al Pentágono a retirarse y a cerrar la gigantesca base de Roosevelt Roads, trasladando a sus efectivos a Texas y Florida y el Cuartel General del Comando Sur -SouthCom- a Miami.
Nueva Doctrina
Para sustituírlas, el Pentágono eligió cuatro localidades estratégicamente situadas para controlar la región: Manta en Ecuador, Comalapa en El Salvador y las islas de Aruba y Curazao (de soberanía holandesa). En estas bases, añadió a sus -por decirlo así- "tradicionales" misiones de espionaje nuevos cometidos oficiales (vigilar el narcotráfico y combatir la inmigración clandestina hacia Estados Unidos), y otras tareas encubiertas: luchar contra los insurgentes colombianos, controlar los flujos de petróleo y minerales, los recursos en agua dulce y la biodiversidad. Pero desde el principio, sus principales objetivos fueron vigilar a Venezuela y desestabilizar a la Revolución Bolivariana.
Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el Secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld definió una nueva doctrina militar para enfrentar al "terrorismo internacional". Modificó la estrategia de despliegue exterior, fundada en la existencia de enormes bases dotadas de personal muy abundante. Y decidió reemplazar esas megabases por un número mucho más elevado de Foreign Operating Location (FOL, Sitio Operacional Exterior) y de Cooperative Security Location (CSL, Sitio Compartido de Seguridad), con poco personal militar pero equipados con tecnologías ultramodernas de detección, radares de última generación, gigantescas antenas satelitales, aviones espías (Orion C-130 y Awacs) escuadrones de vigilancia, etc.
Resultado: en poco tiempo, la cantidad de instalaciones militares estadounidenses en el extranjero se multiplicó, alcanzando la insólita suma de 865 bases de tipo FOL o CSL desplegadas en 46 países. Jamás en la historia, una potencia multiplicó de tal modo sus puestos militares de control para implantarse a través del planeta.
En América Latina, el redespliegue de bases permitió que la de Manta (Ecuador) colaborara en el fallido golpe de Estado del 11 de abril de 2002 contra el Presidente de Venezuela. A partir de entonces, una campaña mediática dirigida por Washington empieza a difundir falsas informaciones sobre la pretendida presencia en ese país de células de organizaciones como Hamas, Hezbollah y hasta Al Qaeda, las que dispondrían de "campos de entrenamiento en la isla Margarita".
Con el pretexto de vigilar tales movimientos, y en represalia contra el gobierno de Caracas que ha puesto fin, en mayo de 2004, a medio siglo de presencia militar estadounidense en Venezuela, el Pentágono renueva, en 2005, un contrato con el gobierno de los Países Bajos para ampliar el uso de sus bases militares en las islas de Aruba y Curazao, situadas muy cerca de las costas venezolanas, y donde últimamente se han incrementado las visitas de buques de guerra estadounidenses.
Advertencia de Chávez
Estos movimientos han sido recientemente denunciados por el Presidente Chávez: "Es bueno que Europa sepa que el imperio norteamericano está armando hasta los dientes, llenando de aviones de guerra y de barcos de guerra las islas de Aruba y Curazao. El Reino de los Países Bajos tiene responsabilidad en esto (...) Estoy acusando al Reino de los Países Bajos -que es miembro de la Unión Europea, y quisiera ver qué dice la Unión Europea sobre esto- de estar preparando, junto al imperio yanqui, una agresión contra Venezuela."
En 2006, se empieza a hablar en Caracas de "socialismo del siglo XXI", nace la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) y Hugo Chávez es reelegido presidente. Washington reacciona imponiendo un embargo sobre la venta de armas a Venezuela, bajo el pretexto de que Caracas "no colabora suficientemente en la guerra contra el terrorismo". Los aviones F-16 de las fuerzas áereas venezolanas se quedan sin piezas de recambio. Ante esa situación, las autoridades venezolanas establecen un acuerdo con Rusia para dotar a su fuerza áerea de aviones Sukhoi. Washington denuncia un presunto "rearmamento masivo" de Venezuela, omitiendo recordar que los principales presupuestos militares de América Latina son los de Brasil, Colombia y Chile. Y que, cada año, Colombia recibe, en el marco del Plan Colombia, una ayuda militar estadounidense de 630 millones de dólares.
Desde ese momento, las tensiones se agudizaron. El 1º de marzo de 2008, ayudadas por la base de Manta, las fuerzas colombianas atacan un campamento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) situado en el territorio de Ecuador. En represalia, Quito decide no renovar el acuerdo sobre la base de Manta, que vence en noviembre de 2009. Washington responde, el mes siguiente, con la reactivación de la IV Flota (desactivada en 1948, hace sesenta años...) cuya misión es vigilar la costa atlántica de América del Sur. Un mes más tarde, los Estados sudamericanos, reunidos en Brasilia, replican creando la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y, en marzo de 2009, el Consejo de Defensa Suramericano.
Unas semanas después el embajador de Estados Unidos en Bogotá anuncia que la base de Manta será relocalizada en Palanquero, Colombia. En junio, con el apoyo de la base estadounidense de Soto Cano, se produce el golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, quien había conseguido integrar a su país en el ALBA. En agosto, el Pentágono anuncia que dispondrá de siete nuevas bases militares en Colombia. Y en octubre, el presidente conservador de Panamá, Ricardo Martinelli, admite que ha cedido a Estados Unidos el uso de cuatro nuevas bases militares.
De ese modo, Venezuela y la Revolución Bolivariana se ven rodeadas por nada menos que trece bases estadounidenses situadas en Colombia, Panamá, Aruba y Curazao, así como por los portaaviones y navíos de guerra de la IV Flota. El presidente Barack Obama parece haber dejado manos libres al Pentágono. Todo anuncia una agresión inminente. ¿Consentirán los pueblos que un nuevo crimen contra la democracia se cometa en América Latina?
Este interesante artículo fue publicado por el periódico Le Monde Diplomatique, edición cono sur Nº127, de enero de 2010.
En otro momento, se ha mencionado el tema en este blog (ver publicaciones anteriores), cuando se podía creer que esta era una posibilidad remota, o incluso una exageración. Hoy, a pocos meses de aquello, la desestabilización que el imperio con la colaboración de sus socios locales está ejerciendo sobre los gobiernos progresistas latinoamericanos, es una innegable realidad.
Queda en la conciencia de cada ciudadano y ciudadana de los países con los que los próceres de América soñaron crear la Patria Grande, responder la pregunta con la que finaliza el artículo.
Las consignas de los años 70 "Liberación o Dependencia", "El Pueblo unido, jamás será vencido", "Patria sí, colonia no" y tantas otras, adquieren hoy mayor relevancia que nunca.
¡Que no nos vuelvan a robar la esperanza!
¡Que no nos impidan seguir caminando hacia la utopía!
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