Hace ya algunos meses que la oposición argentina en su conjunto, una vez asimilado o absorbido el golpe que les significó el triunfo del oficialismo en las elecciones generales de octubre de 2011; ha retomado la ofensiva en contra del gobierno encabezado por Cristina Fernández de Kirchner.
Cuestiones tales como la -seguramente necesaria- reforma constitucional, y la posibilidad de que se incluya en ella la modificación que permita una nueva reelección presidencial; las medidas tendientes a la sustitución de importaciones, que desde la óptica opositora son vistas como trabas comerciales; las restricciones a la especulación financiera y la fuga de divisas, catalogadas vehementemente como un cercenamiento de la libertad; e incluso el debate parlamentario sobre la ampliación del derecho al voto para los jóvenes desde los 16 años de edad; son los argumentos que esgrimen los sectores dominantes fogoneados por los medios de comunicación y los dirigentes políticos que los representan, para calificar a este gobierno como una dictadura.
Lo cierto es que, aún con muchos temas pendientes, el modelo nacional y popular implementado desde la asunción de Néstor Kirchner el 25 de Mayo de 2003 ha avanzado de manera permanente hacia la construcción de una sociedad más justa, democrática e igualitaria. Y esto es lo que en realidad exaspera a los sectores históricamente privilegiados, que ven así amenazada su esencia, su naturaleza de clase. Las posturas reaccionarias, fascistas, abiertamente antidemocráticas puestas de manifiesto en el "cacerolazo" producido días atrás, han dejado al desnudo las intenciones de la derecha argentina. Y ante esta realidad solo cabe la profundización y la consolidación del modelo con mas justicia, mas equidad y mas democracia.
En este sentido resulta esclarecedor el editorial del semanario Nuestra Propuesta, órgano oficial del Partido Comunista Argentino, en su edición número 1078; que aquí se reproduce completo:
Unidad amplia y profunda |
(Editorial de Nuestra Propuesta del 20 de septiembre de 2012)
No caben dudas de que en la Argentina está en curso un amplio y necesario debate político, y en éste van apareciendo expresiones largo tiempo ensombrecidas: lucha de clases, relación de fuerzas, conciencia social. La reciente movilización de sectores y capas sociales medias y medias altas obliga a un amplio campo de reflexiones.
“Existe en nuestro país una corriente derechista que viene ascendiendo de manera irregular, con una base social plural apoyada en capas medias rurales y urbanas, el grueso de los sectores altos, pero también con cierta simpatía en algunos sectores bajos e intermedios, bombardeados por una variedad de medios de difusión concentrados, medios monopolizados por las clases dominantes, que vienen cumpliendo un papel fundamental en este desarrollo derechista”, decíamos en nuestro 24o Congreso del Partido Comunista, para agregar que “la manipulación de importantes sectores de las capas medias, su movilización reaccionaria, apunta a la constitución de un sistema de poder fundado en una amplia concentración de ingresos, inevitablemente asociado a formas represivas, fundadas a su vez en una nueva subcultura reaccionaria”.
Se trata entonces de proponernos una lucha de ideas integral contra la derecha, abarcando los más diversos escenarios políticos y sociales del país. En esa batalla se involucran cuestiones resonantes como la integración latinoamericana, tema en el que debe esclarecerse el significado de la Revolución Bolivariana de Venezuela o de la Revolución Cubana, para impedir que penetre en pueblo desavisado el odio que postulan las derechas a esos procesos básicos para la autonomía e independencia nacional y regional ante una estrategia agresiva planetaria. Otro aspecto, la soberanía nacional, la reivindicación de Malvinas, el rechazo a la injerencia del imperio y las multinacionales, la defensa de los recursos naturales y el rechazo a la presencia militar yanqui en la región, tienen que comprenderse en los más amplios sectores populares, superando la acción del conservadurismo neoliberal, que trata de divulgar una ideología despistada, desprovista de toda conciencia política.
Para sumar a la lista, el programa de acción ideológica incluye la cuestión de los derechos humanos, desvirtuada tendenciosamente al señalar al gobierno que actúa en los marcos de la Constitución como si fuera una dictadura, abrevando en el individualismo promocionado por el neoliberalismo como la suma de las ambiciones humanas, cuando en definitiva lo que están promoviendo es libertad de comercio y propiedad privada.
Aquí es donde encaja el fenómeno de la corrupción que cacarean como si fuera un grave defecto del gobierno chorro (o chorra) y no una característica intrínseca del capitalismo, profundamente inserta en la sociedad que facilita las maniobras morales al estilo Carrió o Lavagna.
Un aspecto determinante en la lucha de ideas es el combate por abrir la puerta a una verdadera alternativa política popular, de los trabajadores y el pueblo, que sea también capaz de articular a sectores medios seducidos por la idea de oposición, y no precisamente espontánea, como único camino posible.
La búsqueda de una unidad amplia y profunda, de no fácil realización, pero imprescindible para lograr que extendidos sectores populares dejen de ser sujetos individuales y aislados y se conviertan en agentes del cambio social, se abre camino por estos días en el espacio Unidos y Organizados, oportunidad invalorable al momento de propuestas concretas que eviten la fuga efímera de sectores desparejos hacia caminos sin salida.
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